
La fascinante historia de La Bruja de Taramundi
Rodrigo Candela VivasEn un rincón escondido entre las montañas brumosas del norte de Asturias, donde los caminos se estrechan y la niebla acaricia los tejados de pizarra, nació la Bruja de Taramundi. No fue invocada por un hechizo, ni surgió de ningún libro antiguo. Fue María, tejedora de historias y recolectora de silencios, quien le dio forma una tarde de otoño, cuando el viento traía consigo el aroma de la tierra húmeda y el canto lejano de los búhos.
María no era una bruja, aunque muchos la llamaban así. Tenía el don de observar lo invisible y de dar vida a lo que otros llamaban restos. Entre lanas, botones, hilos y ramas caídas del bosque, sus manos tejían personajes que parecían haber escapado de una fábula dormida. Así fue como, sin saberlo del todo, tejió a su primera bruja. Y cuando la terminó, la miró a los ojos y supo que no era una creación más. Era ella. La Bruja de Taramundi.
Su sombrero curvado no era un símbolo de poder, sino de escucha. Con él captaba los susurros del bosque y los secretos que se escondían entre las cortezas de los árboles. Su bufanda tejida a mano, con lanas naturales, guardaba la memoria de inviernos pasados y de las mujeres sabias que vivieron antes. Su vestido, remendado con mimo, era un mapa de rutas invisibles por donde solo caminan quienes han aprendido a mirar con el corazón.
No es casual que los gnomos confiaran en ella. Viajeros por naturaleza, buscadores de hogares donde florezca la ternura, los gnomos de Adopta un Gnomo sabían que necesitaban una figura que los protegiera del olvido. María, sin proponérselo, había creado a su protectora. La Bruja de Taramundi se convirtió en la guardiana de los gnomos viajeros, en su guía cuando se perdían entre humanos que ya no creen, en su voz cuando el mundo se volvía demasiado ruidoso.
Cada bruja es distinta. Algunas llevan una ramita seca que encontraron junto a un riachuelo. Otras, un pequeño botón que perteneció a una chaqueta olvidada en una estación. Todas, sin excepción, están hechas con amor, con calma, y con una intención muy clara: recordarnos que lo mágico no está fuera, sino dentro de las cosas pequeñas. Dentro de un gesto, de una historia contada al oído, de un objeto que tiene alma.
En Adopta un Gnomo creemos que no hay objetos sin historia, ni figuras sin alma. La Bruja de Taramundi no es una bruja al uso. Es una figura que invita a cuidar, a escuchar, a encender una vela sin prisa y a reconectar con el bosque que todos llevamos dentro. Puedes adoptarla para ti o regalarla a alguien que necesite recordar que la magia sigue presente, incluso cuando parece haberse dormido.
Cuando adoptes una Bruja de Taramundi no estás comprando una figura. Estás dando cobijo a un personaje que lleva consigo trocitos de bosque, de hilo, de memoria y de ternura. Una compañera silenciosa que observa desde la estantería, o desde el rincón favorito del salón, y que con su sola presencia te recuerda que aún queda magia por descubrir.
Quieres encontrarla? María y la Bruja de Taramundi: una historia de magia, leyendas y gnomos adoptables – Adoptaungnomo