Melquiades

En los campos secretos donde las noches de otoño pintan la tierra de cobre y ámbar, nació Melquiades. No era una calabaza común, destinada a convertirse en guiso o en farol de víspera invernal. Esta criatura despertó cuando la luna llena derramó su luz sobre una humilde semilla olvidada, escondida bajo un manto de hojas secas.

Su piel, anaranjada y brillante como el fuego del hogar, guarda la calidez de cien otoños. Sus surcos, profundos y suaves, parecen sonrisas antiguas trazadas por el tiempo. Bajo su sombrero verde, siempre inclinado con timidez, se ocultan los secretos de las cosechas pasadas y los sueños de los campesinos que confiaron en la tierra.

Melquiades es guardiana de los umbrales. Los gnomos la llaman cuando necesitan proteger sus hogares de espíritus traviesos o cuando desean que la abundancia permanezca durante el invierno. Su sola presencia en la entrada de una casa ahuyenta las sombras y atrae la prosperidad.

Su hogar es sencillo: una cesta de mimbre adornada con espigas secas y pequeños frutos del bosque. Desde allí, con ojos chispeantes y una risa que resuena como crujido de hojas, observa el mundo y celebra la magia de lo cotidiano.

Adoptar a Melquiades es llevar contigo la promesa de la cosecha eterna y el calor del otoño, sin importar la estación.