Coralia era la guardiana de los Sueños Olvidados. Se rumoreaba que cuando las criaturas marinas soñaban sueños demasiado grandes o demasiado extraños para recordarlos al despertar, estos sueños flotaban hacia el arrecife de Coralia y se depositaban a sus pies. Su trabajo era escuchar estos sueños, darles forma y liberarlos de nuevo al océano para que quizás algún día, la criatura correcta pudiera encontrarlos.
Pero la verdadera magia de Coralia radicaba en sus cuernos. Los cuernos, que parecían hechos de suave arcilla, eran en realidad cuernos de la Imaginación. Cuando Coralia se sentía particularmente feliz, o cuando había absorbido un sueño extraordinariamente hermoso, los cuernos parpadeaban con pequeñas motas de luz, como un universo diminuto. Y a veces, cuando un sueño era especialmente potente, los cuernos se calentarían y emitirían una vibración suave que Coralia sentía en lo profundo de su ser.
Un día, un sueño particularmente grande y ruidoso llegó a su arrecife. Era el sueño de una joven ballena que anhelaba volar entre las estrellas. Era un sueño tan vasto y aparentemente imposible que el océano mismo parecía contener la respiración a su alrededor. Coralia recogió el sueño, sus cuernos brillaron con un resplandor inusual. Sintió la urgencia y la maravilla de la ballena.
Con una profunda sonrisa, Coralia cerró los ojos y se concentró. Sus cuernos comenzaron a zumbar, y las pequeñas motas de luz sobre ellos giraron y se fusionaron en un torbellino. Cuando abrió los ojos, sus cuernos pulsaron una última vez, y del remolino de luz salió una ráfaga de diminutos peces bioluminiscentes.
Estos peces, brillando como estrellas caídas, no se dispersaron. En cambio, nadaron en formación, creando constelaciones brillantes en las oscuras profundidades. No eran el cielo estrellado que la ballena había imaginado, pero eran un recordatorio, un eco brillante, de que la maravilla existía incluso en el fondo del océano.
La joven ballena, sintiendo una punzada de alegría inesperada, nadó hacia la exhibición. Aunque no podía volar, vio el universo reflejado en el océano, un regalo de Coralia y de su propio sueño olvidado. A partir de ese día, Coralia siguió sonriendo, sus cuernos siempre listos para transformar lo imposible en lo maravillosamente posible, y para recordar a todos que los sueños, sin importar cuán salvajes, siempre encuentran un hogar en el vasto y mágico mundo.
