Griselda

En una esquina polvorienta de la biblioteca de la Gran Sabiduría, vivía Griselda, una ratita de biblioteca muy peculiar. No es una rata común, sino una gnoma con pelo gris alborotado y unas gafas redondas que le dan un aire de erudita. Su pasatiempo favorito es acomodar los libros de la sección de historias olvidadas. Griselda adora el olor a papel viejo y la sensación de las páginas desgastadas entre sus dedos.
Un día, mientras hojeaba un libro titulado Los Cuentos Perdidos de los Silvanos, encontró un mapa. No un mapa cualquiera, sino un mapa que prometía llevar a su lector a la Fuente de la Inspiración. Griselda sabía que este lugar no era real, que era solo una metáfora para la creatividad que se encuentra al leer un buen libro. Pero el mapa era tan hermoso, con sus detalles intrincados y su caligrafía elegante, que la gnoma no pudo resistirse.
Griselda se adentró en la biblioteca, siguiendo las pistas del mapa. Cruzó el Bosque de los Tomos Prohibidos, un laberinto de libros que se movían solos. Subió la Montaña de los Volúmenes Gigantes, donde los libros eran tan grandes que se necesitaban escaleras para leerlos. Finalmente, llegó a la Cascada de las Palabras, un lugar donde las historias fluían y caían en un lago de letras.
Allí, a la orilla del lago, se sentó y sacó su libro. Abrió las páginas y, por primera vez, las palabras no solo entraron por sus ojos, sino que cobraron vida. Vio a lo nos personajes saltar de las páginas, escuchó el murmullo de los diálogos y sintió la emoción de cada giro de la trama. Griselda se dio cuenta de que la Fuente de la Inspiración no era un lugar físico, sino la conexión mágica que se crea entre un lector y una historia.
Desde entonces, Griselda no solo lee libros, sino que vive sus historias. Cuando la ves en la biblioteca, con sus gafas redondas y su pelo gris, sabes que no está solo acomodando libros. Está explorando nuevos mundos, conociendo nuevos personajes y, lo más importante, encontrando la magia de las palabras.